El día de Navidad, en casi todos los hogares catalanes, continúa la tradición y las niñas y los niños hacen «cagar» el Tió, un trozo de tronco de árbol que, al golpearlo con palos, arroja golosinas y juguetes. El Tió era originariamente un tronco que se quemaba en la chimenea de las casas y regalaba calor, luz y, simbólicamente, todo lo necesario para la celebración (los dulces). Su nombre proviene del latín titio: tizón, tea, antorcha.
Para conocer algo más de esta tradición, presentamos un extracto del «Costumari Català» de Joan Amades:
«Después de cenar, en las casas donde había niños solían hacer cagar el tió. Esta ceremonia antes estaba muy arraigada y formaba parte de la liturgia casera popular de esta noche. Se hacía, en la medida de lo posible, en la cocina y cerca del fuego. Si esto no era posible, se hacía en el comedor, considerado así como una extensión de la cocina. Se situaba un tronco en diagonal, sostenido por un extremo encima de la chimenea, de los fogones, de una silla o de algún otro punto elevado del suelo, mientras que el otro extremo tocaba en el suelo. Los niños, con bastones lo golpeaban, mientras cantaban una canción, de la que se conocen una cantidad de variantes, de las cuales la expresión más simple es la que dice sencillamente:
Caga Tió,
si no te daré
un golpe de bastón
Para que no se enfriara y no se pusiera enfermo, lo abrigaban muy bien con una manta, la cual servía para poder esconder debajo aquello que tenía que sacar. Para que la evacuación fuera más abundante, antes de empezar a golpearlo, el cabeza de familia lo rociaba con un poco de vino blanco, como si lo bautizara. Así mismo antes de empezar, se hacía ir los niños a decir tres padrenuestros ante la imagen, y en las casas humildes que no tenían, ante alguna estampa de las que adornaban las paredes, fuera de la cocina. Mientras los niños rezaban, los grandes escondían bajo la manta las golosinas y los regalos que ya tenían preparados y a mano. Después de cada tanda de golpes de bastón y por consiguiente de cada evacuación, había que volver a rezar, para dar lugar a poder preparar los presentes debajo la manta.»
Todavía podemos encontrar casas en los pueblos en las que el Tió es un gran tronco que se pone a quemar al fuego en el suelo unos días antes de Navidad.
A partir de esta forma más primitiva el Tió evoluciona. El Tió es un tronco, elegido por las niñas y los niños, que mágicamente se convierte en un ser al que hay que alimentar, cuanto más mejor (con restos de frutas, cáscaras o, incluso, con lo que ha ido sobrando de los platos) porque así será más generoso. Vive durante unos días en la cocina de la casa y da sus regalos por Navidad, después, se quema.
Esta característica de animal fantástico se refuerza añadiendo al tronco unas patas y, aprovechando la forma de la madera, se dibuja la cara, se le pone una lengua y una barretina. Y así encontramos el Tió tal como lo conocemos ahora.
La costumbre presenta muchas variedades dependiendo de la comarca catalana. Para empezar, observamos que no en todas partes se hace en el mismo momento. En algunos lugares es en la vigilia de Navidad, antes de cenar, cuando se le hace «cagar»; en otros, se hace volviendo de la Misa del Gallo, pero lo más frecuente es hacerlo la mañana de Navidad, ya que el tió «cagará» los barquillos y los turrones que se comerán en los postres.
El tió ha conservado todo su ritual tradicional. Hacer «cagar» el tió es una ceremonia familiar o de pequeña comunidad (escuela, grupo de amigos), que consiste en el canto de una o más canciones características para acabar finalmente golpeando el tronco con fuerza.
Os hemos traducido al castellano un par de canciones que acompañan la ceremonia:
Caga tió,
almendras y turrón
no cagues arengues
que son salados
caga turrones
que son más buenos
Caga tió,
almendras y turrón
si no quieres cagar
te daré un golpe de bastón.
Caga tió,
tió de Navidad;
pondremos el cerdo en sal,
la gallina en la amasadera
y el pollino encima del pino.
Toca, toca, Valentí;
ahora pasan bueyes y vacas
y gallinas con zapatos
y capones con zapatones
María hace turrones,
el vicario los ha probado,
dice que son un poco salados;
Marieta pon azúcar,
Marieta pon miel,
que tendrán bastante dulzor.
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