Por Emma Castaño Sánchez*

A los anónimos filósofos que han sido desterrados de las aulas.

Como suele ser habitual, son personas ajenas al ámbito educativo, las que llaman la atención sobre algunas obras, que podrían ser atractivas para los adolescentes.

El anime (versión televisiva del cómic manga japonés) Death Note planteaba una trama inquietante y de reminiscencias clásicas: ¿qué sucede cuando el ser humano intenta emular a Dios?, ¿qué sucede cuando el poder que soportan sus manos es excesivo?, ¿cuándo sobrepasa los límites de la razón?

Al ver en la pantalla como Light Yagami, el misterioso Kira, contemplaba la caída de un cuaderno mientras miraba aburrido a través de los ventanales del instituto, otra monótona mañana en la región de Kanto; y cómo ese descubrimiento le llevaría a plantearse sus propias limitaciones, recordé cómo hacía veintiséis años, sentada en otra clase de otro instituto, un profesor de Filosofía nos planteaba, después de leer Asesinatos S.L., de Jack London, qué era la moral, si ésta era social o individual, o qué derecho tenía un ser humano sobre el destino de otros,  a los que no había dado vida.

Cuando saqué a relucir en las clases esta historia, algunos alumnos mostraron mucho interés, y una alumna, Andrea, me trajo el cómic para que viera la primera versión; otro, Aritz, decidió realizar el trabajo de lectura sobre este libro.

El cómic prescinde del color y del movimiento, sus viñetas en blanco y negro, su pausado ritmo narrativo (durante varias viñetas podemos contemplar el rostro meditabundo de Kira), hacen de un perfecto telón de fondo para un argumento que obliga a entrar en la historia y comprender los motivos que llevan a los personajes a hacer lo que hacen.

Los escenarios de Death Note son inquietantes. Reflejando la vida cotidiana de una ciudad japonesa, el trazo recto, angular, geométrico de Takeshi Obata, consigue que recuerden a los folletos publicitarios de las grandes inmobiliarias, cuando nos ofrecen viviendas ideales, en ciudades ideales.

Sobre ese fondo de delineante, los personajes adquieren un gran poder expresivo, los detalles cobran protagonismo y la fusión del mundo real con el mundo mítico de los Shinigami, ofrece una perspectiva de la realidad como algo complejo y misterioso, tan solo accesible a seres con una lógica aplastante.

Es entonces cuando Death Note entra en la tradición de la literatura detectivesca, cuando somos conducidos a un lugar de honor como espectadores de una trama, cuya solución conocemos, que involucra a la policía japonesa, al FBI, y a una de las mentes más lúcidas de Japón, el misterioro L., que ofrece la clave de los casos más complejos desde una vacía habitación y un ordenador Apple como único vínculo con la realidad.

¿Qué es la moral?, ¿es ésta individual o social?, ¿qué papel jugamos en el orden o el caos mundial?

El mundo de los cómics se ve apartado de las aulas por más que todos los años los alumnos nos muestran que los temas universales han llegado a ellos a través del manga o los cómic Marvel.

Al preguntar a Aritz por qué los cómics eran una lectura predilecta para algunos jóvenes frente a las novelas que proponíamos algunos profesores, explicaba que el cómic reducía la trama a pura acción, eliminando pasajes descriptivos que entorpecían el avance del argumento.

Andrea, en cambio, explicaba que la aparición de imágenes era un deleite para la imaginación, que podía recrearse en ellas, llegando a la obra tal y como el autor la había, a su vez, imaginado.

Al final del primer volumen (es curioso que estas narraciones se difundan por entregas en semanarios como las grandes novelas del Realismo), Kira descubre que tiene el poder de elegir la manera de morir de sus víctimas, y es imposible no acordarse de las súplicas de Augusto cuando pide a su creador Unamuno que le salve de la muerte en Niebla.

Parece que los adolescentes son bastante más sensibles a las injusticias de lo que algunos pretenden (una de las posibles víctimas de Kira, en las primeras páginas del manga es Sudo, un acosador que amarga la vida al pobre Ryo, en la academia Hosei).

Parece que son bastante más conscientes de lo que pensamos de la presión familiar y social sobre sus resultados académicos y de cómo el ranking que ocupan en las calificaciones es, muchas veces, el ranking que los padres o profesores tenemos dentro de los círculos de vecinos, amigos o compañeros de profesión.

Parece que saben que más allá de las puertas, de los cerrojos, de los cajones con clave, de las contraseñas de ordenador, se encierra un mundo muy alejado de la armonía social y la bondad natural con la que pretendemos disfrazar una sociedad que ha perdido los valores humanos esenciales.

Parece que, a pesar de sus escasos quince, dieciséis años, no sabemos si por suerte o por desgracia, ya saben que la naturaleza humana encierra muchas sombras, y que es absurdo esconderlas, si queremos hacerlas frente, sin quedar en el camino atenazados por el miedo.


*Emma Castaño Sánchez es profesora de Lengua y Literatura y ha trabajado en diferentes institutos públicos de la Comunidad de Madrid.


Ficha técnica:

Death Note 1
Tsugumi Ohba; Takeshi Obata (ilustr.)
Editorial: Glénat
Barcelona, 2006
200 páginas
EAN: 9788483570043

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