Por Emma Castaño Sánchez*

El perfil de un lobo aullando a la luna es una imagen enraizada en la memoria que evoca en todos anhelos o temores.

Días de lobos, de Miguel Luis Sancho, es una novela muy evocadora.

Imagínense que un sobrecogedor aullido despertara su alma de un largo letargo y, a través de la imaginación, con instantáneas imágenes que golpearan la memoria, viajaran a través de la literatura y el cine.

La novela posee un estilo impactante, visual, cinematográfico.

La narración se construye a base de planos y secuencias que son recogidos por la imaginación y proyectados en nuestra mente como una película.

Esa película tiene el claroscuro del cine expresionista, el simbolismo de David Lean, los movimientos de cámara de Hitchcock, la atracción envolvente, angustiosa, de alerta permanente de algunas películas de Ridley Scott.

Los jóvenes aprecian este estilo en el que se desenvuelven bien. Algo impacientes, perciben que tras las sugerentes descripciones en las que se detiene entusiasmada su profesora y que toleran como otra de sus muchas rarezas, se avecinarán grandes aventuras, marcadas por el miedo y el desamparo.

Un adolescente nunca dejaría a un personaje asomado a un abismo de terror o abandonado a su destino sin asegurarse de que, finalmente, sobrevivirá.

«Él, incapaz de expresar sus sentimientos con las palabras, la lleva a su lugar preferido, a su refugio escondido, a una cueva donde se mantiene viva la leyenda de esos montes», se oye la voz de la profesora.

Es en ese momento cuando todos los rostros ensimismados en sus asuntos despiertan y bajan la mirada de soslayo sobre las páginas de un libro donde unos jóvenes están solos y tienen miedo, como ellos.

Días de lobos nos devuelve el espíritu solemne de los relatos de mitología.

La imagen de un ser extraordinario enturbiando las aguas de un lago subterráneo con sus pezuñas, nos devuelve la atracción innata que el hombre siente por el mito, por su misterio.

La historia de Sofía y Tito se convierte, entonces, en una fábula sobre la conjuración del miedo.

¿Qué enraizaba antaño el hombre a la Naturaleza?, ¿de dónde surgían las ramas invisibles que nos mantenían unidos a Ella, como a un cordón umbilical?

No sería insensato pensar que, roto ese cordón que nos asegura el vínculo con nuestra Madre, los miedos milenarios del hombre afloraran con libertad a nuestras vidas.

Los protagonistas de esta novela, adolescentes desconcertados, que podríamos ser cualquiera de nosotros, portan en su interior, sin saberlo, el talismán que conjura los miedos, y que se manifiesta a ellos a través del sueño.

Ritual. Destino. Mitología.

Desconcierto. Sombra. Abismo. Luz… Luz

Algo así sería la sinfonía de esta novela, que hemos leído mientras proyectábamos sombras con las linternas, escuchábamos ritmos rituales de tradiciones milenarias, con las sobrecogedoras imágenes de La cueva de los sueños olvidados, de  Werner Herzog, como telón de fondo.

Naturaleza. Un relato donde la Naturaleza devolviera a sus solitarios y angustiados seres la fuerza necesaria para sobrevivir no podría construirse sino es a base de unas descripciones llenas de símbolos y sugerencias que muestran una mirada mágica, ancestral sobre Ella.

Las descripciones de las ruinas del pueblo abandonado o las de la cueva; las de los montes nevados de León; o las de la serenidad del paisaje bucólico revelan una mirada fascinada por la Belleza y los misterios de la Naturaleza, que nos devuelven la humilde mirada de nuestros clásicos del Siglo de Oro, y la lúcida lección que de ellos saca otro amante de los clásicos medievales y renacentistas, un clásico más cercano a nosotros en el tiempo, C.S. Lewis.

Por las páginas de Días de Lobos pasean Pío Baroja, Jack London, Lewis Carroll, Lovecraft, cada uno de ellos con su mirada sugerente, vigorosa, mágica, ancestral sobre la Naturaleza.

La mirada que te permite leer y descifrar sus misterios, los misterios que revelan los talismanes, los talismanes que conjuran el miedo.

Si me preguntaran cuál sería la mejor lección que jamás hubiera soñado dar a mis alumnos, sería esa: cómo conjurar el miedo.


*Emma Castaño Sánchez es profesora de Lengua y Literatura y ha trabajado en diferentes institutos públicos de la Comunidad de Madrid.


Ficha técnica:

Días de lobos
Miguel Luis Sancho
Editorial: Bruño
Colección: Paralelo cero
Madrid, 2010
200 páginas
EAN: 9788421665817

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *