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Por Emma Castaño Sánchez* Gracias a las tertulianas, a mis alumnos y a todos los que me han enseñado a comprender el espíritu romántico. «El libro de Frankenstein es uno de los más reales que he leído.» Rodrigo. 4º E.S.O. Después de varios ensayos para comenzar este artículo, he necesitado de las palabras de algunos alumnos para abrirme paso hacia una obra que encierra todo un Universo. Los alumnos, como comprobarán los lectores, libres de teorías y clasificaciones mortecinas, juzgan las obras con una intuición esclarecedora. Mary Shelley asentiría sonriendo al descubrir que un lector joven ha comprendido que hay muchas maneras de aproximarse a la Realidad; y que, como el prólogo de la obra, atribuido a Percy Shelley, dice, desde Homero, los poetas se han acercado al misterioso universo del hombre a través del mito y la fantasía. Frankenstein resulta, para los jóvenes lectores, en sus comienzos, impenetrable y ardua, quizá por su sensible, poético y emotivo estilo literario. Así lo manifiestan ellos. El contemplar el laberíntico juego de espejos de las cartas preliminares, y el peso que ese juego tiene en la verosimilitud de la historia, les hace asomar la mirada a ese espacio impenetrable, pues reconocen el valor que esa herramienta tiene en películas como Matrix u Origen. El ver en escena como la idílica felicidad de una familia se rompe en pedazos por la soberbia de Víctor Frankenstein, y como eso le conduce a un infierno de indescriptibles torturas, les hace detenerse como el capitán Robert Walton a escuchar la triste historia de alguien a quien sólo le queda ser escuchado. Asistir al prodigioso diálogo entre la Criatura y su Creador en las cumbres nevadas del Mont Blanc; sentir el dolor del primero, al entender que no hay vida posible para él; descubrir que bajo apariencias monstruosas hay almas prisioneras y, que, una mujer quiso enseñar al mundo que antes de juzgar a nadie hay que intentar comprender a ese ser, les sumerge en un mundo que les lleva de la mano por la mitología, la ciencia ficción, la literatura de viajes hasta el desértico, misterioso y sublime territorio del alma. «A mí me ha gustado mucho esta novela porque me ha servido para aprender de literatura y de la vida misma, te enseña a comportarte bien con los demás.» Ana. 4º E.S.O. A pesar de lo monstruoso de la historia, la novela de Mary Shelley despierta la bondad necesaria para comprender a los «maltratados de la sociedad», como afirma Diego en su trabajo. Todos somos la Criatura, nos enseña Mary Shelley. Y los jóvenes suelen respetar al que deja la vida acomodada de las perfecciones publicitarias y lo políticamente correcto para defender al menospreciado, al inadaptado, al otro. Algunos preguntaban si hoy en día somos románticos o realistas; o también, qué movimiento tuvo más peso en la Historia. Siguiendo las palabras de Octavio Paz, veíamos que todos somos hijos del Romanticismo, náufragos que otean el horizonte, peregrinos en un mundo ajeno, sombras que se asoman a un abismo, incógnitas, monstruos, ángeles. Ellos pueden comprenderlo bien. Como Víctor Frankenstein, deambulamos por un mapamundi imaginario de Mary Shelley a Homero, de Homero a Shakespeare, de Shakespeare a Milton, de Milton a Larra, de Larra a Lord Byron y Percy Shelley; de estos a la playa de Borizu, en Remando al Viento, de aquí a Bright Star y a Jane Eyre. Nos hemos detenido por un momento a descansar. Agradecemos a los espíritus de estos poetas que nos hayan acompañado. Mañana esperamos que sigan a nuestro lado. En un descanso en el camino, con unas cuantas fotografías, unas hojas secas recogidas del precioso jardín del instituto y el espíritu romántico de Mary Shelley a su alrededor, cinco de ellos, Ángel, Celia, Raquel, Marta y Ester, hicieron este mural. *Emma Castaño Sánchez es profesora de Lengua y Literatura y ha trabajado en diferentes institutos públicos de la Comunidad de Madrid. Ficha técnica: Frankenstein |
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