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«Y cuando el invierno se acercaba, los ratoncitos empezaron a almacenar maíz y nueces y trigo y paja. Trabajaban todos noche y día. Todos menos uno, Frederick.
«¿Y tú, por qué no trabajas Frederick?», le preguntaban los demás. «Yo trabajo», les respondía Frederick. «Recojo rayos de sol para los días fríos de invierno». Rayos de sol, colores y palabras son las provisiones que recoge Frederick para el invierno. Cuando llega el frío y las nueces, el maíz y el trigo se acaban, los ratoncitos le piden ayuda. Entonces, Frederick les habla del sol, y todos sienten calor. También les habla de las amapolas rojas, de los trigales amarillos y del verde de las hojas de los arbustos y todos ven los colores «como si los tuviesen pintados en su imaginación». Después de la luz y de los colores, llegan las palabras en forma de poema. Todos aplauden y se olvidan del frío y del invierno. Leo Lionni nos regala una historia extraordinaria que nos habla del arte, de la poesía y de su poder para cambiar el mundo. Nos recuerda lo importante que es respetar a los demás y aceptar la identidad de cada uno, ya que todos formamos parte de un engranaje que se alimenta no solo de nueces y paja, también de versos y colores, porque, sin duda, necesitamos a los poetas y a la poesía para pasar el «invierno». Frederick es un clásico incuestionable de la literatura infantil que tiene el poder de hacernos reflexionar sobre quiénes somos y cómo queremos que sea el mundo en el que vivimos. Por Raquel Friera Ficha técnica: Frederick |
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