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Por Emma Castaño Sánchez* En los últimos años la literatura juvenil muestra un palpable rechazo de la realidad cotidiana. Si se pregunta a los adolescentes, aclararían que más que realidad cotidiana, deberíamos hablar de realidad rutinaria. La pregunta que plantean es sencilla: si la realidad que te rodea, no te acoge, si te expulsa de ella, si ya la tienes, día a día, a cada paso que das, ¿para qué coger en tus manos un libro que te hable de ella? ¿Por qué no plantearse que hay algo más allá de lo aparente, que la violencia puede ser desterrada, que los hipócritas pueden ser desenmascarados, que uno puede hacer algo por los que tienen problemas? El planteamiento es bastante ingenuo, pero también muy próximo a la naturaleza emotiva, curiosa e imaginativa de los adolescentes. Sombras narra la irrealidad de una sociedad perfecta desde los ojos perplejos de una adolescente, Valeria, que ve como toda su vida parece desintegrarse a manos de los vaivenes del destino. ¿Hasta dónde puede llegar el ser humano para proteger a los suyos de un mundo violento y cruel? Una vez más, la violencia está presente en una de las novelas preferidas por los adolescentes. Violencia en las redes, violencia en el hogar, violencia en el instituto. Cuando la madre de Valeria decide refugiarse en un tranquilo e idílico pueblo de los Pirineos, no sabe que está llevando a su hija a encontrarse frente a frente con la crueldad humana. Y, aunque, a veces, como la madre de Valeria, el resto de adultos intentemos alejar a nuestros hijos o alumnos de esa parte oscura de la naturaleza humana, lo cierto es que los adolescentes necesitan comprender por qué está tan presente en sus vidas, necesitan más que nada, ¿quién no?, pensar que se puede combatir contra ella. En definitiva, que en la lucha entre el Bien y el Mal, el primero sale victorioso. Necesitan comprobar a través de la literatura que la familia ideal, las amistades eternas, los príncipes y princesas azules, las personalidades férreas y contundentes, los éxitos académicos, que se han esfumado de sus vidas como por un coladero, no son más que un artilugio de magia, más violento si cabe que la violencia física, para mostrarnos el destierro que sufrimos de esa sociedad perfecta. Se alegran al comprobar en las páginas de un libro que ese desastre vital que experimentan en su interior es común a otros seres, por más que todos lo callen; que las imperfecciones, los vaivenes, el pasado que parece irse por un coladero, son precisamente los sedimentos de nuestro pasado que nos harán ser en cada momento un ser distinto a los demás; que, en definitiva, pueden hacernos más fuertes. *Emma Castaño Sánchez es profesora de Lengua y Literatura y ha trabajado en diferentes institutos públicos de la Comunidad de Madrid.
Ficha técnica: Sombras |
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